Medicina energética y salud integral

Sanar la vida para sanar el cuerpo

El concepto de medicina integral es muy diferente a la occidental. Esta última nos hace casi ajenos a lo que sucede en nuestro cuerpo, y ni hablar de lo que sucede en nuestra vida. En ambos casos, son cosas que “nos suceden” y sobre las cuales no tenemos un control significativo. No conocemos nuestro poder y responsabilidad sobre nosotros mismos ni el grado de interdependencia de nuestro cuerpo y nuestros pensamientos, emociones y decisiones. Vivimos nuestra salud y en muchos casos, nuestra vida entera de manera inconsciente, atrapados en esquemas mentales, sentimientos, actitudes, situaciones y enfermedades que nos alejan de la realidad. Pensamos que todo viene del exterior: la salud, la riqueza, la felicidad, el equilibrio, la realización. Todo.


Para una tradición médica integral, como la medicina china, la medicina alternativa o la intuitiva, o para un sistema antiguo como el yoga, nuestro cuerpo físico es un registro de nuestra historia. Es un reflejo de nuestros hábitos psicológicos además de nuestros hábitos corporales, porque nuestra salud incluye todo un sistema energético conformado por cuerpos sutiles, elementos, meridianos, chakras, energías.


La medicina actual tiene grandes limitaciones en su autoconcepto. Es una ciencia impersonal que no se interesa por la forma como llevamos nuestra vida, y que funciona alrededor de la enfermedad, no de la salud. Se dedica a atacar el síntoma de una enfermedad, como si fuera exógena. Para esta, el cuerpo es una máquina que funciona en un plano netamente material, por lo cual la enfermedad obedece a gérmenes, genética o reacciones químicas. Acaba con nuestras enfermedades, pero no nos enseña a aprender de ella ni a observarnos.


Algo de esto ha cambiado un poco en tiempos recientes, cuando la medicina ha comenzado a establecer la relación entre, por ejemplo, estados psicológicos como el estrés y la aparición de enfermedades y ha comenzado a interesarse por sistemas medicinales más integrales que puedan servir de complemento. De la misma manera como el estrés tiene un efecto tan agresivo en la salud, como se ha comprobado, cada sentimiento y pensamiento, e incluso ciertas creencias, condicionamientos y esquemas de comportamiento que pueden estar tan interiorizadas que no tenemos consciente, generan un mensaje en nuestro cuerpo.


Los mensajes nos pueden llevar a la vitalidad, al equilibrio, al bienestar integral y la salud de nuestro cuerpo, nuestra mente y al despertar espiritual, o nos pueden llevar a hacernos daño. Cuando son negativos, o nuestros comportamientos van en contra de nuestra naturaleza, el cuerpo nos avisa con la aparición esporádica del dolor o con enfermedad. La enfermedad no es un enemigo sino un camino de transformación y aunque no queremos estar enfermos, debemos escuchar lo que el cuerpo nos está diciendo y preguntarnos qué puede estar en desequilibrio, dónde estamos maltratándonos. Las sensaciones físicas son como los mensajes del conocimiento universal: nos indican cuando hay algo que no está bien.


La anatomía espiritual, como la definiría Caroline Myss, nos muestra la estrecha relación entre la salud física y nuestros pensamientos, nuestros patrones emocionales, los comportamientos que hemos establecido entorno a diferentes asuntos. Los chakras no son nada diferente a las ruedas energéticas que reciben, distribuyen y regulan las diferentes fuerzas que están activas en el universo y que operan a través nuestro. Estas son algunas de carácter femenino (pasivo, sabio, compasivo, receptivo), o de carácter masculino (afirmativo, activo).


Algunas son materiales e individuales y otras son colectivas y metafísicas. Si bien los planos en los que operamos dependen, según estas tradiciones, en momentos de la vida y nivel de evolución de la conciencia, en cada uno de nosotros están activas hasta cierto punto. Todas son importantes para que estemos equilibrados y plenos. De estas dependen factores tan diversos como nuestro poder personal, el amor hacia nosotros mismos y los demás, las relaciones grupales, nuestra capacidad de escuchar nuestra alma, de establecer relaciones sanas, de expresarnos sin temor, de disfrutar, de sentirnos seguros y de cuidarnos a nosotros mismos, de aceptar y fluir con la vida. La salud integral, no importa la tradición, nos enseña a sanar nuestro cuerpo de manera paralela a nuestra vida.

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