Energía y enfermedad

Intuitivamente captamos la relación que existe entre la vitalidad y la buena salud. Hablamos de "falta de energía", de que estamos "chafados", de que nos sentimos "agotados", o de que "estamos trabajando demasiado" cuando le explicamos a un amigo por qué creemos que hemos cogido un resfriado o una gripe. La fatiga es casi siempre el primer signo de que nos estamos "viniendo abajo", y es un síntoma de muchas enfermedades. Si expresáramos el estado de nuestro sistema inmunológico con el término familiar de "resistencia", no estaríamos equivocados. Instintivamente comprendemos que tenemos que "reponer fuerzas", por ejemplo, con una buena alimentación y el descanso adecuado, si queremos conservar la salud o recuperarla.

Pensar en términos de energía es fundamental para la visión de la curación y del proceso curativo, forma parte de otras culturas, además de la nuestra. En el yoga, esta energía vital se llama prana, en la acumputura chi, en las artes marciales ki; los polinesios la llaman mana, y los indios americanos orenda.

En teoría, todo lo que denominamos "terapia alternativa" está basado en una visión de los seres humanos -por supuesto, de toda la vida como procesos de energía-. Y, pensándolo bien, tiene sentido. Reflexione en lo que hacemos cuando respiramos, ingerimos alimentos, hablamos o hacemos el amor. Estamos absorbiendo energía, convirtiéndola en otras formas y expulsándola otra vez. En un sentido muy elemental, todos somos transformadores de energía. Cuando describimos la manera que tenemos de expulsar esta energía, parece como si estuviéramos describiendo la electricidad; hay gente "positiva" o "negativa", "dinámica" y "radiante".


La fotografía de Kirlian

Que la existencia de la energía del cuerpo sea una realidad se puede demostrar objetivamente. Esta energía puede ser realmente fotografiada. Un electricista ruso llamado Semyon Kirlian, y su mujer, Valentina, han inventado un plato de aluminio que emite un campo de alta frecuencia.

Este plato está cubierto por otro plato de cristal sobre el cual va la membrana. La persona que va a someterse al "efecto Kirkian" pone su mano en la membrana, que está protegida de la sal de la piel por un trozo de plástico. Un indicador de presión asegura que la presión de la mano permanezca constante. Utilizando esta técnica, se acaba por grabar la mano de la persona rodeada de dibujos y colores: el campo de energía o aura. Kirlian descubrió que, cuando estaba enfermo, el campo de energía fotográfico alrededor de su mano estaba empañado y apagado, mientras que el de su mujer (que estaba bien) permanecía claro y brillante. A partir de entonces, se han llevado a cabo investigaciones en la URSS y, en los años setenta, en Occidente. Se ha demostrado que la fotografía de Kirlian puede utilizarse con éxito para diagnosticar ciertas enfermedades antes de la manifestación de los sintomas.

Biorritmos

Es indudable que hay una relación entre los estados bajos de energía y la "enfermedad" -de cualquier clase-, como lo es el hecho de que nuestros niveles de energía varían según un ritmo muy concreto. Según la teoría de los biorritmos, cada uno de nosotros está determinado por tres ciclos biológicos, que empiezan con el nacimiento y continúan durante el resto de nuestra vida. El ciclo físico dura 23 días y determina nuestra resistencia a la enfermedad, nuestra fuerza, nuestro aguante y nuestra coordinación ojo-mano. El ciclo emocional dura 28 días y determina nuestros estados emocionales, por ejemplo: optimismo/pesimismo, pasión/frialdad, júbilo/depresión. El ciclo intelectual dura 33 días y determina nuestra viveza, nuestra rapidez en el aprendizaje, nuestra habilidad para razonar, nuestra precisión para calcular y recordar.

En el momento de nacer, según la teoria de los biorritmos, cada ciclo empieza desde cero y comienza a subir en una fase positiva durante la cual las energías y capacidades son elevadas. Una vez que ha alcanzado un pico positivo, cada ciclo va menguando, cruzando su punto cero en la mitad del periodo (es decir, 11 días y medio para el físico, 14 días para el emocional, y 16 días y medio para el intelectual). El resto del ciclo es una fase negativa, durante la cual nuestras energías y capacidades están reducidas. Los momentos más inestables son los "días críticos" de cada ciclo, cuando éste cruza su punto cero, cambiando de positivo a negativo y de negativo a positivo. Durante estos días críticos, las capacidades varían radicalmente, pasan de ser exageradamente altas a exageradamentes bajas. En los días críticos del ciclo intelectual usted puede hacer brillantes descubrimientos o cometer errores lógicos garrafales. En los días críticos del ciclo físico, puede tener una energía abundante o sentirse totalmente agotado. En los días críticos del ciclo emocional puede tener el impulso de hacer una propuesta de matrimonio o de dejar su empleo.

Un miembro de mi familia tuvo un infarto (afortunadamente fue una cosa leve) el 6 de octubre de 1989. Cuando se recuperó y volvió a trabajar, por casualidad cayó en sus manos un gráfico de sus biorritmos. Al ojearlo (un tanto escéptico) se quedó impresionado al comprobar que el 6 de octubre había sido un día crítico para él físicamente. También ocurrió que había sido un día particularmente ajetreado en el trabajo, en el que había estado sometido a una tensión excesiva. Parece ser que el estrés es particularmente letal cuando coincide con un "día malo", desde el punto de vista de los biorritmos.

Todo el mundo puede hacerse un gráfico de biorritmos.

El primer calculador de biorritmos fue producido por los suizos en 1927, quienes lo han utilizado (como los japoneses y los americanos) en las fábricas por seguridad, en los hospitales para calcular el mejor momento (tanto para los pacientes como para los cirujanos) para llevar a cabo la operación, y en la selección de los equipos nacionales de gimnasia para competiciones importantes.

Por tanto, nuestros niveles de energía suben y bajan. El flujo de nuestra energía puede estar también bloqueado o desequilibrado, y para el "terapeuta alternativo" ésta es la verdadera causa de la enfermedad. El terapeuta, por tanto, a no ser que esté interesado en tratar las manifestaciones de dicho blocaje o desequilibrio (es decir, los síntomas del paciente) observará más bien la falta de armonia subyacente que ha dado origen a las mismas. El acupunturista, por ejemplo, trabajará directamente con las agujas y las moxas sobre determinados puntos a lo largo de los meridianos de energía, para equilibrar y volver a dirigir el flujo del chi (energía). (La moxa es una técnica usada en acupuntura para facilitar el flujo de la energía a lo largo de un meridiano, como complemento para el tratamiento con agujas. Un cono sutil de moxa o artemisa común se coloca sobre la aguja encima del punto elegido para la acupuntura, y después se enciende. Se apaga inmediatamente antes de que entre en contacto con la piel del paciente). Y el homeópata ahondará en la Materia médica (libro de remedios) para tratar de dar con el remedio justo para estimular la vitalidad del cuerpo y ayudarla a restablecerse para la armonía y el equilibrio.

La eficacia de la medicina elópata (o tradicional) en situaciones de crisis no se pone en duda. Donde la acupuntura y la homeopatía tienen éxito es cuando son capaces de coger la enfermedad en su fase sutil, presintomática, y, a ser posible, evitarla. Pero si usted no acude a su médico con una radiografía o con algún otro medio de identificar su trastorno orgánico, él es virtualmente incapaz de hacerlo. Y, sin embargo, toda enfermedad comienza en los niveles sutiles de energía, antes de llegar a manifestarse en el plano material, es decir, el cuerpo. Reflexione, por ejemplo, que, antes de caer enfermo por una gripe, usted empezaba a sentirse "indispuesto". Si usted hubiera estado suficientemente en contacto con su propio proceso, habría notado una vaga sensación de sentirse "peor que de costumbre", tal vez ligeramente deprimido o irritable, pálido y sin energía.

Cuando era estudiante de medicina, sir Hans Selye observó que, en las primeras fases de la enfermedad, el síndrome de "encontrarse mal" siempre se presentaba con: dolores vagos, náuseas, malestar, etc. Sus profesores; como se imaginará, no estaban interesados en estos síntomas no específicos. Pero, años después, Selye indicaría que sí son significativos, ya que registran las primeras señales de alarma del cuerpo. El precio por ignorarlas dependería de la fuerza que tenga el sistema inmulógico (o, como él la llamaba, la "energia de adaptación") para afrontar la siguiente progresión, si no se contiene, hacia una manifestación más visible y específica del sintoma. Esta manifestación del sintoma es en realidad el final de un largo proceso. Uno no cae enfermo "de repente", aunque parezca lo contrario.

El doctor Peter Nixon, consultor de cardiología en el hospital Charing Cross, junto con el doctor David Peters, un médico de cabecera de Hayes, han insistido en la importancia de prestar atención a las señales del cuerpo cuando estamos en este límite entre estar bien y no haber fraguado todavía una enfermedad concreta.

John Davidson atribuye este "malestar" general a la disonancia creada en las energías celular, molecular, subatómica, emocional y mental. En su libro Energía sutil, afirma que, tanto si se trata de la medicina moderna convencional y de la cirugía como si se trata de formas más esotéricas de curación, la terapia aplicada lo único que hace es reajustar los esquemas de energía del cuerpo, de la mente y de las emociones, para crear la armonía y la salud.


Manifestación del síntoma

El malestar, pues, es siempre precedido por el "mal-estar", por una desarmonia en nuestras energías más sutiles (o el aura, como la descubrió Kirlian) que, si estamos lo suficientemente sintonizados con nosotros mismos, podemos experimentar como una especie de indisposición o tensión en nuestra consciencia. Hay una parte de nosotros, nuestra sabiduría interna, que nos dice cuándo las cosas no van del todo bien. Pero, para oír su voz, tenemos que estar a la escucha. Estamos casi siempre demasiado ocupados, demasiado aturdidos por lo que pasa fuera de nosotros para darnos cuenta de lo que nos ocurre por dentro. De modo que no prestamos atención a los mensajes que recibimos para moderar la marcha, para conservar la energía, para alimentarnos mejor, para deshacernos de lo que nos tenemos que deshacer, y seguimos acumulando estrés hasta que los síntomas visibles se manifiestan.

No siempre está muy claro el motivo por el cual el cuerpo manifiesta unos síntomas determinados en unos sitios determinados. A veces parece ser que hay una verdadera conexión entre el tipo de estrés al que uno está sometido y la parte del cuerpo que siente dolor. Podemos trazar una linea de conexión, por ejemplo, entre una "hernia del disco" o dolor en la parte baja de la parte baja de la espalda y la sensación de no sentirte uno lo suficientemente seguro en su vida; y ente los dolores musculares en los hombres y la sensación de que a uno le han tocado demasiadas responsabilidades. Los síntomas parecen metáforas, parecen reflejar en el plano corporal lo que está pasando con nosotros en el plano psíquico: la función de la espalda es la de soporte; y los hombros están relacionados con la sensación de agobio.

Estas metáforas han pasado al lenguaje corriente. Decimos de alguien que "le han partido el corazón", que "está comido por la envidia o el resentimiento", que está "ahogado por la congoja". De una persona tacaña decimos que está "estreñida", y a otra que nunca tiene energía la llamamos "anémica". La resistencia que tenemos ante el trato de una persona o su comportamiento puede hacernos apretar los músculos de tal manera que nos haga experimentar nuestra interacción literalmente como un "dolor en el cuello", o incluso un "dolor de hombros". Podemos volvernos miopes y hasta ciegos si hay cosas en nuestra vida que no queremos tener que mirar, o sordos si nos sentimos amenazados por lo que podríamos oír. Se ha insistido incluso que no existen los "accidentes". Si queremos evitar hacer algo, pero nos damos cuenta de que no tenemos escapatoria, o tenemos un esquema autodestructivo lo bastante fuerte, o necesitamos castigarnos en nuestro subconsciente, de algún modo encontramos la manera, aunque sea inconscientemente, de sabotear nuestras intenciones conscientes. El sentimiento de culpa se manifiesta siempre en forma de dolor, de autodesprecio, que es un enfado hacia dentro, como depresión.


Miasmas

El fundador de la homeopatía, el médico alemán Samuel Hahnemanm (1755-1843), consideraba que había ciertos esquemas vibracionales básicos de la enfermedad que denominaba miasmas. Estos miasmas se cogían por distintas formas de contagio o traumas o se heredaban de los padres, o eran provocados por los niveles de polución tóxica en los alimentos o en el ambiente. Una miasma es esencialmente un proyecto de enfermedad, una inarmonía o un desequilibrio en la energía, que decide qué clase de enfermedad podemos contraer. El término se emplea para describir un estado crónico de enfermedad-salud cuyo esquema está fijo.

Según la teoría homeopática, nosotros heredamos tres miasmas principales: la psora, la psicosis y la sífilis. La caracteristica de la psora es un escaso funcionamiento en todos los planos: físico, mental y emocional; la de la psicosis se manifiesta como un funcionamiento excesivo; mientras que la sífilis está relacionada con la degeneración. Los tipos de síntomas que acompañan a cada uno serían: la sequedad de las membranas mucosas, erupciones de la piel, fibroides, úlceras, enfermedades venéreas -sobre todo la gonorrea-, excrecencias, enfermedades mentales, enfermedades degenerativas que no tienen que ver con la enfermedad en sí. Lo que esto significa es que estamos predispuestos a ciertos tipos de enfermedades más que a otros, e indica por qué determinamos tipos de enfermedades tienden a producirse en las familias.


Los Chakras

Probablemente el modelo más sofisticado para tratar de comprender por qué la enfermedad nos hiere en un punto determinado, se tenga que encontrar en la teoría oriental de los chakras. Los siete chakras son centros de energía del cuerpo, relacionados con las glándulas endocrinas y las agrupaciones nerviosas.

Ell primero, o chakra de la parte inferior, está situado en la base de la columna vertebral, en la rabadilla o cóccix, y controla las glándulas suprarrenales. La energía conducida por este chakra tiene que ver con la supervivencia, como es de esperar, ya que es por medio de la adrenalina por lo que somos activados hacia "la lucha o la fuga". El segundo chakra, situado exactamente encima de los genitales, está relacionado con las gónadas, y es el "chakra del sexo". El tercer chakra está en el plexo solar, y es el centro en el que tenemos nuestras "agallas" o en el que experimentamos nuestra fuerza personal. Está vinculado con el páncreas. El cuarto chakra, encima del plexo solar, es el centro del corazón, donde todos los chakras inferiores están integrados en el amor, que es armonía. El timo, el activador central original de todo el sistema endocrino y del sistema inmunológico (situado encima del esternón y debajo de la nuez), está íntimamamente relacionado con ello. El quinto chakra, relacionado con el tiroides, es el chakra de la garganta, la sede del habla. El sexto chakra está en el centro de la frente, y está relacionado con la pituitaria. Gobierna nuestra intuición y está en la sere de nuestra mente y alma en el estado de vigilia. El séptimo chakra, o chakra del cerebro, está situado en la coronilla. Vinculado a la glándula pineal, representa nuestra conexión con lo que está más allá de la consciencia limitada del cuerpo y nos permite expresarnos a unos niveles espirituales elevados.


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Cada chakra tiene que ver con un área específica de nuestra vida y con unos esquemas de experiencia. Si estamos experimentando estrés en un área concreta, la tensión (el mal-estar) empezará a salir por la longitud de onda de este chakra y, si no se resuelve desde el principio, tenderá a manifestarse en los síntomas, en la parte del cuerpo que está gobernada por ese chakra. Así, como hemos visto ya, la ansiedad respecto a la supervivencia (primer chakra) y la inseguridad de sentirse en el mundo hostil, es probable que, a la larga, agote a las glándulas suprarrenales, con el consiguiente daño para el sistema inmunológico -como ocurre también con el estrés ejercido sobre el timo (cuarto chakra o chakra del corazón) resultante de la sensación de no ser querido y aceptado por uno mismo o por los demás. La consciencia de víctima, descrita por Caroline Myss, es la preocupación del tercer chakra, que tiene que ver con la fuerza personal y gobierna los músculos y el sistema digestivo.

Hemos visto también cómo el cáncer está muy relacionado con el hecho de no poder expresarse, y cómo la falta de expansión emocional es común entre los enfermos de cáncer. Esto se manifestaría en un bloqueo de la energía procedente del quinto chakra, o chakra de la garganta, relacionado con el sistema endocrino. Dicen que las que contraen el cáncer son las personas "buenas". La investigación llevada a cabo en 1986 sobre 2.163 mujeres demostró que las mujeres que tienen más probabilidades de desarrollar el cáncer de mama son las más introvertidas, las más retraídas y las menos competitivas.

En cambio, el psicologo Leonard Zerogatis descubrio, en un estudio que hizo sobre 35 mujeres con cáncer de mamá, que las que duraban más tiempo eran las que se suponía que tenían una mala relación con su médico, debido a lo cual se expresaban libremente y hacían muchísimas preguntas.

Caroline Myss ha insistido en la importancia que tiene para las mujeres, en particular, hablar por sí mismas y librarse de la dependencia de sus hombres, si quieren evitar trastornos en su sistema reproductor, debido a que se sienten desposeídas en sus relaciones íntimas, lo cual las conduce a un desequilibrio en el segundo chakra (G.F. Solomon ha vinculado sobradamente la artritis en las mujeres con la renuncia o la pérdida de la independencia.)

La razón por la que hay personas que son particularmente propensas a las enfermedades venéreas, mientras que otras salen indemnes, puede explicarse muy bien en términos de bloqueo de energía en el chakra del sexo, debido a sentimientos de culpa sin resolver respecto al sexo.

La teoría de los chakras puede ofrecer una respuesta también a nuestra pregunta sobre la mayor propensión de los hombres, con respecto a las mujeres, a las enfermedades del corazón. El corazón es el centro de los sentimientos, y en nuestra cultura a las mujeres se les permite expresar sus sentimientos con más facilidad. Una vez más, la enfermedad es una metafora: ¿Que es una enfermedad coroonaria sino un encogimiento del corazón?

Después de la oración y la imposición de manos (que el dotor Bernard de mcGill, considera que canalizan una verdadera fuerza curativa, que puede ser medida en laboratorio), curar a través de los chakras es posiblemente la técnica más ampliamente utilizada entre los curadores no médicos.

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EL METODO SILVA DE CONTROL MENTAL


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