El origen de las creencias: Aprendamos a cambiarlas

Las creencias son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas sobre nosotros mismos, sobre la gente de nuestro entorno, el mundo que nos rodea y su funcionamiento. Nuestras creencias filtran lo que captamos a través de nuestro sistema sensorial, de manera que determinan el significado que asociamos a cada vivencia en particular, por insignificante que esta nos parezca. Las creencias ejercen un gran impacto sobre la manera en que nos comportamos y los resultados que obtenemos en base a nuestro comportamiento.

Las creencias actúan como “profecías de necesario cumplimiento”. Nuestras creencias, ya sean limitantes o potenciadoras, determinan nuestros actos, y nuestros actos verifican y refuerzan las creencias en un bucle que se retroalimenta a sí mismo. Con el paso del tiempo, las creencias se arraigan cada vez con más fuerza y parecen cada vez más reales.

Para continuar profundizando en el papel que las creencias desempeñan en la forma en que interpretamos nuestro mundo es necesario que precisemos los conceptos de leyes, supersticiones y creencias. Las leyes son verdades absolutas, hechos científicamente demostrados, por ejemplo, “el agua hierve a 100 grados centígrados”. Las leyes carecen de excepciones y siempre son válidas las condiciones en que se aplican. Por otro lado, las supersticiones tienen un valor de ley para las personas que las albergan. “No hay que pasar por debajo de una escalera ya que trae mala suerte”, “cruzarse con un gato negro es señal de mal agüero”, etc. Las personas que albergan este tipo de supersticiones son conscientes de que no constituyen leyes, sino que se tratan de creencias (de índole personal, familiar o cultural) que limitan su conducta. Las supersticiones, al igual que las creencias, están asociadas a una función psicológica concreta y expresan (de forma simbólica o metafórica) prohibiciones o límites que deben respetarse para mantener el equilibrio personal y social. Así pues, de acuerdo con los conceptos expuestos, podemos definir una creencia como una superstición inconsciente a la que se le suele atribuir el valor de una ley.

Las creencias operan al nivel de la estructura profunda e influyen sobre la estructura superficial de nuestros pensamientos y comportamientos. Aunque somos conscientes de muchas de nuestras creencias, en general nuestras creencias más arraigadas e influyentes operan fuera de nuestra percepción consciente. Hay algunas creencias que vemos como verdades absolutas y que nunca cuestionamos: “así son las cosas”, “yo soy así”. Un cambio de creencias puede generar un gran cambio en la forma en que vivimos nuestras vidas y en los comportamientos que manifestamos.

Las creencias también pueden tener un efecto muy significativo sobre nuestra salud, concretamente sobre el famoso “efecto placebo”. En numerosos estudios clínicos se ha determinado que un porcentaje estadísticamente significativo de pacientes responden a los placebos (sustancias inactivas) igual o mejor que los pacientes que reciben el fármaco activo. ¿Por qué? Sencillamente porque creen que va a funcionar. Tal puede ser la fuerza de una creencia,

Una vez que creemos en algo, tendemos a ignorar las evidencias en contra y aceptamos sólo aquella información que refuerza esa creencia.

“Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto”, Henry Ford

Estructura de las creencias

También podemos definir las creencias como un vínculo arbitrariamente establecido entre dos objetos concretos o abstractos. La naturaleza de este vínculo es de igualdad o de implicación/causalidad. Si bien esta estructura se mantiene fija, el contenido de las creencias es ilimitado.

En la creencia “yo soy un incompetente” se observa la estructura de igualdad, donde “Yo = incompetente” (X = Y). En esta creencia se crea un vínculo de igualdad entre la identidad de la persona y sus capacidades. Si, por otro lado, tomamos la creencia “solo se gana dinero trabajando duro”, podemos apreciar que en este caso existe un vínculo de dependencia o causalidad: ganar dinero implica trabajar duro (Si X, entonces Y).

En relación con la manera en que se estructuran las creencias, si ponemos en práctica el uso del metamodelo, seremos capaces de detectar una gran cantidad de creencias, tanto propias como ajenas, que manifestamos en nuestro discurso habitual.

¿Cómo se forman las creencias?

Las creencias se forman durante nuestro desarrollo y proceden de muchas fuentes distintas: educación, cultura, figuras parentales, amistades, acontecimientos traumáticos, experiencias repetitivas… Por lo general, construimos las creencias generalizando nuestras experiencias en el mundo. Adoptamos muchas de nuestras creencias mediante la socialización, imitando inconscientemente la visión y los modelos del mundo de aquellos que nos rodean, especialmente de aquellos a los que respetamos.

Mientras crecemos, las expectativas que la gente que nos rodea tienen en relación con nosotros nos van modelando poco a poco, sin que nos demos cuenta. Cuando somos jóvenes, tendemos a creer lo que otros dicen sobre nosotros porque carecemos de experiencias que nos permitan contrastarlo, y estas creencias pueden permanecer instaladas muchos años más tarde sin que logros posteriores sean suficientes para modificarlas.

Una creencia nace de una idea que con el paso del tiempo va reafirmándose a través de las experiencias que se viven. Cuando se han reunido las suficientes experiencias de manera repetida, se percibe que la idea inicial ha sido lo suficientemente sustentada y es por tanto cierta. Es entonces cuando la idea inicial se ha convertido en creencia. A partir de entonces, todo lo que hacemos mantiene y refuerza nuestra creencia. Lo que ha sucedido en este punto es que las creencias ya han dejado de ser simples mapas o recuerdos de las experiencias y se han convertido en estrategias que se emplearán para la planificación e interpretación de acciones futuras.

Cuando creemos algo, actuamos como si fuera verdad. De ahí que no sea fácil encontrar pruebas de su falsedad. Tal como mencionamos en la introducción a este módulo, las creencias actúan como una especie de profecía, y para ello se sirven de su potente efecto de filtro de nuestra percepción. Los hechos se interpretan de acuerdo con las creencias y las excepciones nos sirven para confirmar la regla. Se trata de un círculo de retroalimentación que tiende a perpetuar lo que creemos cierto.

Dado que las creencias constituyen un generador tan potente de significado en nuestras vidas y desempeñan un papel tan central en el proceso de percepción, es esencial que comencemos a hacernos con el control consciente de nuestras creencias, y para ello primero deberemos poder reconocerlas.

Extracto del libro; “Herramientas para el Acompañamiento en Descodificación Biológica” de Christian Simón. Para descargar el libro gratis haz clic aquí.


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