Etología del amor

La sabiduría de la Naturaleza:


Animalidad: Cría y cortejo nupcial.

Las raíces del amor, el "instinto" animal. Nuestros afectos se formaron sobre el instinto animal perdido, en este sentido el ser humano es un animal extraviado. La familia es ahora esencial por su función, pero los animales conservan muchas costumbres y sentimientos que podemos recuperar en nuestra pequeña libertad de elección.

Nuestros afectos y emociones han perdido la eficacia del instinto animal, en estos la emoción y la conducta representan la mejor respuesta que la especie ha podido desarrollar a lo largo de su evolución, el instinto es en este sentido, la memoria del otro antecesor.

Por ejemplo, para una especie, la mejor época de cría de los pichones es el verano, para que cuando llegue el frío del invierno se encuentren desarrollados para poder soportarlo.

Todos repiten la misma conducta, es la mejor respuesta que disponen, el instinto iguala a los individuos. En el ser humano, existe una mayor indeterminación, el grado de libertad se ha ampliado hasta límites insospechados, lo que puede producirnos dudas y angustias acerca de como organizar nuestra vida o la necesidad de interrogar nuestros sentimientos para encontrar "nuestra" mejor respuesta a los requerimientos de la vida. Dependemos mucho más de la cultura, de nuestros mitos o religiones, de nuestra familia de origen, de nuestras primeras relaciones de amor, las que tendemos a repetir sin que podamos ver con claridad el nexo que se oculta entre el pasado infantil y el presente.

Pero así como conservamos vestigios orgánicos de nuestro pasado animal, por ejemplo algunas personas son capaces de mover sus orejas resabio de la época en que realmente parábamos las orejas para escuchar, o también la marca de Darwin, esa pequeña protuberancia superior de nuestra oreja resabio de cuando eran puntiagudas, también conservamos sólidos orígenes animales en nuestros sentimientos y emociones, en ocasiones el ser humano ha logrado superarlo en calidad espiritual, en otros casos los humanos hemos desarrollado crueldades jamás observadas en el reino animal. En cierto sentido tenemos mucho que aprender de la sabiduría de la naturaleza
Para conocer mejor las raíces instintivas de nuestras emociones hemos desarrollado esta sección.

El amor animal

Una primera visión a los hábitos amorosos de los animales nos mueve a bucear en las bases instintivas del comportamiento sexual del hombre. ¿Es acaso la reproducción sexual un medio necesario para la continuidad de la especie? Categóricamente no, ya que si bien esta forma reproductiva está ampliamente difundida, en los reinos vegetal y animal, para muchos animales inferiores el amor no existe y se propagan por medios asexuales: brotación o incluso hembras partenogenéticas que procrean sin ayuda del macho. La ventaja que provee la unión sexual es la recombinación de los factores hereditarios viejos y nuevos (mutaciones) de ambos progenitores, para adaptarse mejor a los cambios en el medio ambiente. El fin último de toda manifestación amorosa es la fusión de dos células: una femenina, voluminosa e inmóvil (óvulo) y otra masculina, pequeña e inquieta (espermatozoide). Y así como el universo repite la estructura de un átomo, la conducta sexual de los individuos semeja la de sus gametos (células sexuales).

El macho es siempre el más activo en cuanto a buscar y cortejar, y la hembra es la que espera y acepta. Con respecto al tamaño la hembra es en la mayoría de los casos más corpulenta y menos vistosa y el macho no solo es más pequeño, sino que se dan casos (gusanos, crustáceos y peces) en que es un ser minúsculo, rudimentario y degenerado cuya vida no tiene otra significación que el acto fecundante. En cambio la naturaleza ignora a las hembras enanas, y esto se explica porque si el estado de atrofia corporal es compatible con la producción de células fecundantes, no lo es con la elaboración de reservas nutritivas que corresponde a las progenitoras. De hecho el femenino es el "sexo fundamental". La duración del acto sexual es muy variable. Van desde unos pocos segundos hasta el caso extremo de algunos en los que la hembra aloja al macho durante toda su vida. Hay especies en las que uno o ambos amantes literalmente "mueren por amor" ya que a la copula sucede la muerte.

Los estímulos prenupciales afectan a los cinco sentidos y presentan una sorprendente variedad de conductas. Por ejemplo el caracol inflige un sádico pinchazo a su compañero hermafrodita para estimularlo; el pulpo amenaza a su amante con un tentáculo a guisa de garrote. Entre las condiciones fisiológicas que determinan el acceso de la simiente también hay distintas opciones. En los gusanos platinareis, la hembra recibe el semen en la boca. En salamandras lo aspira por los labios de la cloaca. Entre los rotíferos el macho lo inyecta en cualquier lugar del cuerpo de la hembra. En sanguijuelas lo deposita a flor de piel y el semen penetra por sí solo. En muchas especies el macho, que practica una especie de siembra artificial, unta semen en uno de sus apéndices y con ellos lo introduce en los receptáculos femeninos: la araña usa un palpo maxilar, el pulpo, un tentáculo, etc. Deducimos que si los seres vivos forman especies definidas es gracias a que poseen los medios físicos y psíquicos para su propagación estos fueron perfeccionados a través de milenios de selección natural. Con respecto al pene, evolucionó para impedir la desecación del fluido seminal, en el paso evolutivo del medio acuático al terrestre, y se observa recién en los dos hemipenes de los ofidios.

El cortejo: tan humano como animal

No sé a ustedes, pero a mi resulta terrible saber de nuestro parecido con los animales. Es que son heridas a nuestro narcisismo, dicen los psicoanalistas. Nos creemos las reinas y reyes de la creación, y resulta que tenemos mucho de animales.

Quizá también lo que siento es vergüenza por pertenecer a una especie que lo poco o grandioso que tenemos distinto a lo animal casi no lo utilizamos, dejando que impere lo que compartimos con las bestias.

Si pensábamos que el amor era una de nuestras particularidades, ahora resulta que no es tanto. Por lo menos no es tan diferente en mucho de lo que sucede en el proceso de cortejo y elección de pareja, que luce muy parecido al que ocurre en el mundo de la fauna.

La observación del fenómeno llegó por la curiosidad de investigadores sobre el comportamiento de cortejo en distintos grupos humanos. Con una cámara de largo alcance, el etólogo Eibl-Eibesfeldt fotografió todas las escenas que pudo de parejas en actitud de cortejo, para después analizarlas en su laboratorio.

Viajó alrededor del mundo y en todos los lugares fotografió parejas coqueteando, encontrando el uso de un patrón universal de las mujeres y los varones, compartido de alguna forma con hembras y machos de otras especies.


El lenguaje del cuerpo.

El lenguaje del cuerpo es el primer recurso que tenemos para presentarnos ante una pareja factible; entonces, comienza la acción.

Igual que muchas hembras, las mujeres movemos el cuerpo para hacernos notar. Levantamos los hombros, sacudimos la cabeza, alzamos las cejas, sonreímos, arqueamos la espalda. Son conductas que se han interpretado como formas de llamar la atención.

No sólo las mujeres, los varones a su vez, se comportan de forma especial cuando coquetean; se estiran como para parecer más altos y, como los gorilas, sacan el pecho adquiriendo una actitud de superioridad.

Las mujeres tenemos la iniciativa siempre, aunque la mayoría no se dé cuenta de esto. Un varón difícilmente se acercará si antes no tuvo una señal femenina.

Esto es algo que ignoran las damas que se quejan de poco pegue. Cuando se analiza con ellas su actitud, aceptan que les falta confianza en sí mismas para expresar su femineidad, los demás apenas las perciben, parecen invisibles a los ojos de los hombres que nunca las ven.


La mirada

En el cortejo humano, después de llamar la atención del otro sexo, localizamos visualmente a alguien y lo miramos de una forma especial que el otro capta. También los animales se miran. En los zoológicos, donde se aparean regularmente los animales, puede observarse que antes de hacerlo la pareja se observa.

En la pareja humana, uno de los elementos más importantes en el cortejo es la mirada. El reconocimiento de alguien especial que se encuentra de pronto. La mirada dispara emociones en una parte primitiva del cerebro humano.

Puede ser nuevo el hallazgo de un desconocido, pero también sucede que dos pueden haberse conocido mucho tiempo antes y algo ocurre que se miran distinto.

Como escribió Helen Fisher: "En los ojos -no en el corazón, genitales o cerebro- inicia el romance".

¿Quién puede resistir una mirada profunda sin responder?


Luego la sonrisa

La cara sonriente de algo es uno de los estímulos que encontramos para elegir acercarnos a uno, y no a otro con cara seria.

La sonrisa abierta demuestra un franco interés. Los monos la comparten y la usan para diferentes ocasiones.

Frente a una pareja, las mujeres y los hombres que se miran y se ríen abiertamente han iniciado el cortejo.


Las palabras

Y en este momento surge la parte más humana: el habla.

Aunque los sonidos animales podrían interpretarse como un equivalente. ¿Ha escuchado los gatos en celo?

Después de encontrar la pareja, el romance se suscita con las palabras mágicas en las que el Tú, por primera vez le quita importancia al Yo.

El tono de voz cambia cuando dos se están coqueteando, se vuelve más suave, a veces se infantiliza. Cuando surge el interés en alguien es como si emergiera la niña o el niño que fuimos, pendiente de cariño y caricias.

Si escuchamos como se hablan dos enamorados, oímos muchos términos y actitudes aniñadas. El adolescente que habla con la novia es clásico: si le llama un miembro de la familia contestará con otro tono de voz y otro volumen.

Son palabras dulces, llenas de alabanzas, de promesas, de interés de uno por el otro, que terminan por cautivar mutuamente a una pareja.

...Y el tacto

Pero no pueden quedarse mirando y hablando dos que se atraen y se gustan; necesitan tocarse. Se ha reconocido que el sentido del tacto es la madre de los sentidos. Tenemos metros de piel conectados por terminaciones nerviosas que llevan el mensaje al cerebro, para captar cantidad de sensaciones con enormes significados.

Es tan importante tocarse, que en cada cultura existen códigos para saber qué, dónde, cómo, cuándo tocarse. Los animales también se tocan: los gatos se lamen; las ballenas se frotan; los chimpancés se besan, se lamen, se toman de las manos.

Los primeros besos y caricias de una pareja se sienten como pequeñas explosiones dentro de nosotros, que estallan nuestra existencia y expanden nuestra personalidad.


Rituales rítmicos

Cuando dos personas se relacionan, pronto se establece una sincronía de sus movimientos, como si estuvieran bailando

En todas las culturas se ha observado: Cuando dos personas se gustan -bien pueden ser pareja o sólo amigos-, terminan por moverse sincrónicamente; hasta sus ondas cerebrales adoptan el mismo ritmo.

En diferentes especies animales se practican rituales rítmicos como en una celebración antes del apareamiento. Los documentales de National Geographic o Discovery Channel lo captan de maravilla.

También las parejas humanas enamoradas conversan, se mueven e interactúan como si participaran en una danza pre-sabida y ensayada.

Son los contenidos siguientes más humanos los que hacen a la pareja empezar a conformarse realmente. Son los cuidados y los afectos que se propicie uno al otro lo que los mantendrán juntos.

Muchas parejas de enamorados que logran mantener duradero su amor, llegan a parecerse después de muchos años. Es que han adquirido tanto uno del otro, que su corazón late al mismo ritmo y sus rostros tienen la misma expresión.

Qué experiencias las del cortejo y enamoramiento; qué vivencia la complementariedad en el amor. Sin duda, éstos son algunos de los momentos más intensos y felices de nuestra vida. Quizá también lo sean para nuestros parientes los animales.


Fuente: internet - Autor: Desconocido
3 Responses
  1. Anónimo Says:

    Me parece muy bien los comentarios, sin embargo nace una duda, los seres humanos estanos condicionados a ser monogamos?, o es q nuestra naturaleza biologica hace q seamos infieles?


  2. Anónimo Says:

    La monogamia es un patrón social, prueba de ello que algunas sociedades, no lo son. La etología plantea que el hombre, al igual que los animales, ha debido atemplar o morigerar, dada la presión social, algunos comportamientos, así lo natural sería el odio, la agresión, las peleas, pero su atemperamiento le lleva al amainar un poco y desarrollar emociones contrarias como el amor. Un amor que por lo demás, no le compete a todos los humanos, por su propia incapacidad para amar. Hay personas que aman poco, otras mucho y algunas, nada.


  3. Anónimo Says:

    Me ha gustado mucho leer esto, está muy claro y bien explicado.

    La monogamia como bién han comentado es un patrón social, de algunois grupos étnicos humanos. También hay grupos étnicos polígamos y promiscuos. Si nos comparamos con nuesros parientes más cercanos, los grandes simios, veremos que en ellos ocurre algo similar. Los orangutanes son monógamos, los gorilas polígamos y los chimpances altamente promiscuos.
    Mi opinión es que depende de la accesibilidad a las hembras por parte de los machos y la adversidad del ambiente. Gente con un ambiente de Bienestar y muchas mujeres en su círculo social, probablemente serán promiscuos como chimpances. Gente con vidas dificultosas en ambientes rurales y alta mortalidad masculina serán polígamos como los gorilas.



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